En la ciudad inglesa de Bath, cuyo nombre deriva de las termas romanas que allí se localizan, se conserva un famoso edificio de treinta viviendas pareadas construidas en torno a 1770. Estas viviendas se diseñaron para su alquiler y venta a las personalidades británicas que por entonces comenzaron a pasar temporadas en la ciudad, atraídas por la nueva moda de tomar las aguas.
Al igual que este renacido interés por los baños termales y las aguas mineromedicinales, el estilo arquitectónico de estas viviendas, conocido como georgiano, pretendía imitar los modelos de vida de la Roma clásica. De este modo, esta pequeña villa inglesa se convirtió en una de las primeras localidades turísticas de Europa, y el The Royal Crescent fue, posiblemente, la primera urbanización vacacional del mundo moderno.
Thermae vs. Aquae
Las thermae romanas eran baños públicos. Los baños privados, de los que disponían los ciudadanos ricos en sus villas se conocían como balneum o balineum, palabras de origen griego. Podían construirse sobre manantiales termales, o podían calentar el agua quemando leña, como las célebres Termas de Caracalla en Roma, que fueron en su tiempo las mayores de todo el imperio, pero la característica fundamental de las termas era su carácter de baño público, un lugar para el trato social y que por tanto se encontraban siempre en las ciudades.
Por su parte, los aquae nominalizaban manantiales mineromedicinales con especiales características terapéuticas, muy a menudo termales, pero tampoco necesariamente. Muchos aquae se encontraban en ciudades e incluso les dieron nombre, como el caso de Aqua Flaviae (Chaves) en la Lusitania, pero otros denominaban simples mansiones (una especie de paradores de la época) como la de Aquae Originis en el municipio orensano de Lobios, o pequeños campamentos militares, como Aquae Querquenis, en el también orensano municipio de Bande. En cualquier caso, estos hidrónimos dan cuenta de la importancia y estima que los romanos daban a estas aguas.
Las termas romanas como centro de ocio y parque temático.
De modo usual, las termas abrían a medio día y cerraban a la puesta de sol, de modo que los ciudadanos pasaban por las termas a primera hora de la tarde, tras haber resuelto sus negocios y pleitos en el foro durante la mañana y tras una breve comida. Además de su función higiénica, pues era el único lugar donde se podían asear las clases medias y bajas, las termas funcionaban como lugares de ocio y recreo e incluso como lugar de encuentro entre las diferentes clases sociales, y como espacio público recibían una especial atención de las autoridades municipales e imperiales, que empeñaban su prestigio personal en su engrandecimiento y boato, adornándolas con mosaicos, piedras preciosas, pinturas y toda clase de obras de arte.
Además de las varias salas de baño a distintas temperaturas, vestuarios y gimnasios, las mayores termas disponían de bibliotecas, salas de lectura, tiendas, tabernas, y jardines para el disfrute del pueblo, incluyendo siervos y esclavos. La única restricción era la de los sexos, y salvo en contadas ocasiones, mujeres y hombres disfrutaban de recintos separados, o se partían el uso de las termas en diferentes horarios.