En muchos manuales escolares se define el agua como un líquido incoloro, inodoro e insípido, pero la experiencia nos dice que esto no es así. Hay aguas cálcicas, bicarbonatadas, ácidas, salobres, gaseadas, de baja o alta mineralización, y cada componente aporta un sabor característico. Y no solo influye la composición química, pues nuestro sentido del gusto es un delicado y complejo instrumento de análisis, y factores físicos, como la textura o la temperatura –e incluso el aspecto- son condiciones determinantes del sabor de la comida y bebida.