¿Quiénes no han jugado con agua montones de veces en la vida? Incluso lo hacemos de adultos y rememoramos aquellos momentos en que lo hacíamos de pequeños. Jugar con agua es, incluso, un valioso mecanismo para el aprendizaje de los más pequeños de la casa.
Los juegos de agua, además de divertidos, permiten pasarlo bien en grupos, fortaleciendo así la socialización entre adultos y, sobre todo, entre los niños. Encierran también muchas formas para ejercitar el cuerpo y la mente.
Una forma de diversión
Jugar con agua resulta tan recreativo que suele ser tentador el mojarse con una manguera, nadar en una piscina, echarse agua entre unos y otros, lanzarse agua en época de carnaval, con aspersores y otro sinfín de divertidas y refrescantes prácticas.
Es tal el bienestar que ello genera que, de hecho, son innumerables las instalaciones acuáticas que se han creado con el objetivo de que las personas se diviertan en familia o en parejas y con parte del público que allí comparte el mismo gusto.
Unos de los juegos de agua más populares que conocemos es jugar con agua de lluvia, como también saltar de charco en charco y mojarse mientras se maneja una bicicleta o se pasea sobre una barca. Estas son, además, formas de vincularse con la naturaleza y experimentar una sensación de libertad.
También se fortalece el cuerpo. Cuando se nada se favorece el funcionamiento de las articulaciones y se fortalece el cuerpo en general.
La magia que produce jugar con agua
Cuando se trata de jugar con agua es sentir una especie de magia, ya que por medio de este elemento nos divertimos, aprendemos y desarrollamos vínculos con la naturaleza. Desde la infancia estos vínculos se van creando, ya que es una parte de convivencia que debemos desarrollar con el entorno que nos rodea, en especial con el agua.
El juego con agua, estimulador de un sano desarrollo
El juego con agua estimula y promueve el buen crecimiento de los niños. Se convierte en un ejercicio que beneficia su motricidad al darles mayor resistencia. Cuando nada o flota aprende a desarrollar destrezas para mantener el equilibrio y lograr la coordinación en sus movimientos.
Jugar con agua les permite ampliar su campo de socialización, aprenden a compartir con sus semejantes y otras personas de una mejor manera a que si estuvieran jugando con objetos, por ejemplo.
Jugar con agua nos hace ser más cooperativos
No queda duda que los juegos con agua hacen a los pequeños mucho más cooperativos, y ya de adultos eso queda reforzado en nuestra conducta. Todo este aprendizaje ocurre desde que aprendemos a mojar la arena en la playa para hacer figuras que se apoyan unos a otros, y cuando se descubre que un objeto flota en el agua y se trata de alcanzar con la ayuda de otro.
Parte de la cooperación es que los adultos pueden aprovechen de enseñarles a los niños que jugar con agua también necesita tener ciertas precauciones, al mismo tiempo que mientras se vigilan pueden realizar más juegos con agua y seguir divirtiéndose.
La idea es aprender mientras se juega con agua
Y en esos días de calor en que grandes y pequeños quieren refrescarse y compartir juntos con diversión, sobran las opciones.
La idea es aprovechar los juegos con agua para el desarrollo de las habilidades cognitivas, motoras, sensoriales y del lenguaje a través de la socialización.
Les estimula la capacidad para narrar lo que experimentan y, por tanto, la creatividad e imaginación que no se deben dejar atrás para un buen funcionamiento de nuestras relaciones con el entorno.