Cuando nos referimos a un desierto pensamos en un lugar deshabitado, y a menudo identificamos el desierto con un lugar cálido, árido y sin vegetación, pero esto no es exactamente así. Las cumbres de las altas montañas, por ejemplo, o los casquetes polares son desiertos fríos, pues tienen agua –eso sí, helada- en abundancia, e incluso amplias regiones de los océanos son zonas en las que escasea la vida por ausencia de nutrientes con que alimentar al fitoplancton.
En los continentes, es la disponibilidad o no de agua líquida la que determina la vida. En las regiones árticas, el agua congelada impide la vida de las plantas, y en zonas cálidas, es la ausencia de lluvias la que restringe la vida vegetal a unas determinadas especies. En las zonas en las que la disponibilidad de agua–aunque abundante- se limitan a una determinada estación del año, como el delta del Okavango y del Nilo –donde las aguas llegan mediante la inundación fluvial-, o las zonas monzónicas –donde el agua cae en forma de precipitaciones- la vida debe adaptarse a este régimen de lluvias, y es aquí donde los efectos de un mal uso del suelo o del agua pueden resultar fatales.
El lugar más árido de la Tierra
El desierto de Atacama, en Chile, es el lugar más árido del planeta, y hace al menos 120.000 años que ningún curso de agua atraviesa esta región, del tamaño de Portugal. En julio de 2011, una inusual nevada dejó unos 80 mm de agua en buena parte de la región, unas significativas precipitaciones que no sucedían desde el siglo XVI, y que fueron causa de un una extraordinaria floración una vez se derritieron las nieves.
¿Sabías que el 70 % de los océanos están deshabitados?
En color azul aparecen los desiertos oceánicos, zonas en las que la escasez de nutrientes impiden el desarrollo del fitoplancton, que es la base alimentaria del océano.