En su discurrir subterráneo a través de fracturas y diaclasas, el agua entra en contacto con los minerales y rocas del sustrato a cientos y miles de metros bajo la superficie, y en ocasiones –como en Mondariz- se mezcla también con emanaciones gaseosas de origen magmático aún más profundas que emergen a través de fallas principales.
A lo largo de este tránsito por el interior de la Tierra, el agua oxida, disuelve, hidrata, hidroliza y en resumen, altera y meteoriza los minerales al tiempo que modifica su quimismo incorporando iones y solutos que le confieren sus particulares propiedades, conforme a su propia historia y la geología del sustrato.